7 de julio de 2014

Late en mi la añoranza de aquellos días de invierno paseando por aquella senda prohibida para los vivos,el rumor del viento meciendo los cipreses aun sigue impregnado en mi memoria.
Las horas pasaban y la tarde iba muriendo mientras subía y bajaba las cuestas,subiendo los peldaños de piedra con musgo impregnado en ellos de dos en dos con pequeños brincos,deteniéndome a curiosear el nombre y los apellidos grabados en alguna lápida que cautivase mi interés.
Añoro usar la escasa cantidad de dinero que poseo para comprar una hermosa flor de colores vistosos,para al final de mi visita ponerla a dormir sobre la piedra fría donde debajo yace por toda la eternidad algún que otro desconocido aleatorio.

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