25 de septiembre de 2014

Morir en otoño

Hoy hacen dos días de su partida pero en mi se reflejan como si fueran meses;la primera noche mantuve mis pensamientos intactos con cualquier pasatiempo de insomnio,la segunda le lloré.
El olor que desprende aquel oso blanco,suave al igual que la bufanda y el gorro rojo carmesí que lleva con él,es tan intenso,tan profundo que me inunda los ojos,los sentidos,y me nubla la mente de recuerdos dulces y amargos por igual.
Hace ya tiempo que caí en un letargo temporal,viendo el aire pasar,en una forma de existencia casi contemplativa.
Como una pequeña molécula viajo a través del aire,de los recuerdos,intentando librar a los mas antiguos de estos del polvo y del carcomer del olvido.
Pero el mundo sigue andando,el tren no espera viajeros rezagados,todo sigue su cauce,y por ello,a veces cierro los ojos con fuerza,temerosa de que ya no exista.
El lento transcurso de los días y las noches es como un suave sueño,meciendo la conciencia entre la delgada línea entre la realidad y mi mundo paralelo,etéreo como la niebla en la mañana.
Por favor mundo,solo déjame existir,déjame dormir entre las páginas de mis libros,déjame hallar un pedazo de paz entre el mar de mis delirios,solo deja morir el mañana hasta que despierte de este sueño dorado,solo hasta que mi oscuro compañero vuelva.


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